domingo, 6 de abril de 2014

EVANGELIO DEL DOMINGO 6 DE ABRIL

 san Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45) 

 En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.»
Jesús, al oírlo, dijo: «Esta
enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
 Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba
Jesús, salió a su encuentro,
mientras María se quedaba en casa.
Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a
Dios, Dios te lo concederá.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la
resurrección del último día.»
 Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»
Le contestaron: «Señor, ven a
verlo.»
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!»
 Pero algunos dijeron: «Y uno
que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: «¿No te he
dicho que si crees verás la
gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
 Jesús, levantando los ojos a lo
alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Y dicho esto, gritó con voz
potente: «Lázaro, ven afuera.» El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.
 Jesús les dijo: «Desatadlo y
dejadlo andar.»
Palabra del Señor
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Jesús está anticipando su propia resurrección.
Ante su muerte, ya cercana, nos muestra que, incluso sucumbiendo ante ella, tiene poder sobre ella. Jesús no evitó la muerte de Lázaro, como no evitó la suya propia. Y de esta
manera nos da una respuesta mucho más
radical y definitiva que simplemente atrasar un tiempo la muerte del amigo (del niño, de la víctima inocente, del ser querido, etc.). Jesús ha enfrentado la muerte humana muriendo, se ha hecho presente en ella y, de este modo, ha hecho de la muerte lugar de encuentro con Dios.

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