lunes, 4 de marzo de 2013

Santiago Martín «El Viti»


«Hacen falta toreros como los de antes, de los que llevan a la gente a las plazas»

«Nunca le di mucha importancia a las salidas a hombros, lo que cuenta es la consideración y exigencia del público»


Santiago Martín. «El Viti». Su Majestad, como es conocido en el mundillo, aunque a él no le gusta. Ahora, es un símbolo de Salamanca, un mito del toreo convertido en icono de una ciudad que le adora y que le respeta. Apodado «El Viti» en honor a su pueblo, en el mes de mayo cumplirá 52 años de aquella tarde histórica de alternativa en Las Ventas. El próximo jueves día 28 el torero salmantino estará en el Club de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA. El acto, como siempre, será en el salón de actos de Caja España-Duero en La Marina.

-«El Viti», en honor a su pueblo. ¿Por qué?

-Hicimos una reunión para ponerme un sobrenombre que figurara en los carteles. Don Manuel Moreno dijo que yo no podía opinar a la hora de elegir el nombre que aparecería en los carteles en mi primera novillada. Entonces empezaron a surgir algunos apodos pero dijeron: El Viti, porque vas a llevar el nombre de tu pueblo cuando seas una figura del toreo. Así fue como surgió.

-Dentro de poco, en mayo, se cumplen 52 años de su fecha de alternativa. ¿Cómo recuerda ese día?

-Como un día afortunado en el que me salieron bien las cosas, los toros colaboraron y el público me reconoció. Fue un buen día porque la gente valoró a los tres toreros que conformábamos el cartel, y que premien a los tres que hay en la plaza es mucho más completo que cuando premian a uno solo.

-¿Se acuerda de todos los momentos de aquel día?

-De muchos momentos sí que me acuerdo, de otros no. Recuerdo que llegué a la plaza una hora antes de que empezara la corrida, que el nerviosismo era muy fuerte y también me sentía con mucha responsabilidad. También recuerdo que el público iba esa tarde con mucha ilusión que los que estábamos en el ruedo conseguimos captar. Pero siempre puede salir mejor.

-Es difícil mejorar aquella tarde.

-Técnicamente pudo ser mejor. El toreo es un caminar en el que nunca se llega a ser completamente perfecto y completo, y eso lo llevamos dentro los que hemos toreado. Ahora, con los años, veo que aquella tarde me cargó de mucha responsabilidad.

-Después vinieron más puertas grandes, sobre todo en Madrid, hasta un total de catorce. ¿Las recuerda todas?

-No, ni mucho menos. Me acuerdo de las tardes en las que salí a hombros con mis compañeros, con Diego Puerta el día de la alternativa, El Litri, Andrés Vázquez? son las que más recuerdo.

-¿No siente uno un poco de vértigo cuando ve que nadie ha conseguido igualar, en todos estos años, aquella altísima cifra de triunfos?

-La verdad es que yo nunca he dado mucha importancia a las salidas a hombros, es solo un resultado como algo que has hecho bien. Lo más importante es la consideración y la exigencia del público. Las salidas a hombros siempre me han parecido una anécdota porque se dan como consecuencia de muchos otros factores. La consideración del público, eso es lo importante.

-Pues sí que ha cambiado la cosa, ahora parece que es lo único que cuenta.

-Pero es un equívoco. En la historia del toreo, los matadores nunca han sido esto o aquello por salir a hombros si no por su forma de hacer, por su sentido de transmisión artística y su expresión creadora. Eso es lo que queda en los aficionados, lo que tiene valor. Por desgracia, en los libros y en los periódicos sale lo otro. Y digo que por desgracia porque no se valoran las cosas como deben ser. Al menos ahora, 



antes no era del todo así. Yo recuerdo que de lo que el público habla es de lo que hacíamos cada tarde, de los hechos. Lo otro no existía y por tanto nunca le di importancia. En ningún momento toreé pensando que me iban a sacar a hombros.

-Antes hablaba de la importancia del sentido creativo a la hora de torear. ¿En este aspecto, está el toreo estancado?

-Los valores permanecen. Yo no conocí tiempos anteriores, pero hay que reconocer que de mis tiempos a ahora ha habido una evolución en la técnica y ha mejorado mucho. La técnica es muy buena, pero hay otras cosas que hay que intentar transmitir para que quede en los aficionados. El sentido creador y creativo por ejemplo. La emoción que hay ahora no es la de aquellos tiempos. La interpretación del toreo no debe terminar nunca porque si no qué estamos haciendo aquí cada tarde si no es intentar conseguir algo mejor.

-Nombrarle a usted, a Paco Camino y a Diego Puerta era como nombrar a la Santísima Trinidad en los años 60. ¿Cómo los recuerda?

-Dos grandes toreros, cada uno en línea. Paco Camino era muy limpio y tenía un sello personal de torero profundo y Diego Puerta tenía un valor impresionante. A las empresas les gustaba que toreábamos juntos, e incluso perdían dinero.

-¿Buscaban estar juntos en los carteles?

-Éramos conscientes de que teníamos que alternar. La afición lo pedía y la empresa salía beneficiada. Incluso desde mi cuadrilla me preguntaban que qué necesidad tenía yo de hacer esto. Mi apoderado enloquecía porque yo no podía hacer eso tantas veces. Pero nosotros lo proponíamos e incluso nos negábamos a torear si no era así. Son cosas que había que hacer y las empresas aceptaban, y no ganaban tanto como ahora. Los empresarios de ahora no son los de antes.

-Al leer su biografía parece que solo hubo tarde de éxito tras tarde de éxito, pero supongo que también hubo días de esos que no salen en los libros.

-Esas tardes agridulces las recuerdo más que algunos triunfos porque sirven para mejorar. En esta profesión, más que en cualquier otra, no todo es dulzura. Lo que hay que intentar es quedar siempre satisfecho en la medida de lo posible y que el público vea que has hecho todo lo que podías.

-Seguro que mucha gente no sabe esto, pero usted pasó alguna vez que otra por los calabozos. ¿Por qué?

-Estuve detenido dos o tres veces por faltar al respeto a la autoridad y alterar el orden público. Fue siempre por cosas del reglamento, de los tercios. El reglamento decía que tenía que quitar al toro del caballo pero yo consideraba que le hacía falta otro puyazo y ahí lo dejé, y esto en una época en la que el reglamento se interpretaba a rajatabla. Ellos, la autoridad, creyeron que les faltaba al respeto y yo lo entiendo y asumí el castigo.

-Usted fue uno de los toreros más queridos de su generación.

-No lo creo. Los públicos quieren a todos los toreros, a unos más y a otros menos, cierto, pero no creo que me quisieran a mí más que a mis compañeros. La diferencia fundamental del público de los toros y el de otros espectáculos es que el primero es muy abierto y nunca ha sido rencoroso. Esto no pasa en otros sitios. En los toros siempre hay un ganador, que es el toro, y a partir de él el publico reacciona, perdona o premia muchas veces por encima de lo que nos merecemos. A las plazas de toros hay que ir con la mente abierta. Los toreros lo notan y entonces ponen en juego lo mejor de sí.

-¿Insinúa que ahora la única motivación de los empresarios es el dinero?

-Antes había motivaciones a todos los niveles, y también había una baraja de 18 o 20 grandes toreros, con un gran valor, que podían entrar cuando a otro le pasara algo. Fue la época de las grandes empresas, o al menos así lo creo. Los empresarios eran hombres que se jugaban el pellejo y arriesgaban económicamente. Ahora, se ha dado demasiada importancia y cobertura al tema del dinero. Antes se hacían carteles en los que las empresas sabían que perdían dinero y aun así los hacían porque eso les daba la ganancia a largo plazo. Ahora se configuran los carteles para ganar dinero rápido. Incluso en Madrid pasaron unas cosas?

-¿Qué cosas?

-La institución, entonces la Diputación de Madrid, estaba desesperada porque no les alcanzaban los dividendos porque el contrato con el empresario de Las Ventas venía de muchos años atrás. Esto que voy a contar lo he vivido yo personalmente. Estuvieron a punto de tirar la plaza de Las Ventas, incluso había un anteproyecto hecho para construir otra, y esto lo puedo demostrar.

-Parece increíble.

-Es una realidad. Siempre ha ocurrido con las plazas, se han quitado unas para poner otras, pero en Madrid no se les ocurría pensar en el monumento que era. Yo les dije que la plaza era algo único y que había que velar por ella, y les dije que propusieran a la empresa una prórroga del contrato con las necesidades que tenían la Diputación. Merecía la pena arriesgarse porque no se puede volver a hacer una plaza como esa.

-¿Y las ganaderías? ¿Qué ha sido del esplendor del campo charro con camadas como las de Atanasio o Galache?

-En mis tiempos ya desaparecían ganaderías, pero nunca había pasado algo como lo que está pasando ahora. Vamos hacia el monopolio, solo se hacen números para que venga el dinero sin pensar en lo que de verdad quiere el aficionado: más variedad. Esto supone una pérdida de aficionados, y muchos de los que se van ya no vuelven.

-Y muchos otros no llegan a estar nunca interesados?

Son muchas cosas, ahora tenemos una sociedad diferente. Antes, los toros eran el único pasatiempo de muchos españoles, quizás en el ochenta por ciento de los casos. También hacen falta toreros como los que había antes, de esos que levantan a la gente de sus casas y los arrastran allá por dónde van. Siempre son los mismos con los mismos toros, y eso llega a aburrir a algunos. Ahora los toros no tienen ese calor que tenían antes.

-El sector antitaurino tiene ahora, o eso parece, más representación.

Siempre ha habido antitaurinos, los hay y siempre los habrá. Por eso es importante la ILP, para tenerlo todo bien protegido por si nos lo quieren quitar.

-En el abanico político también son más numerosos.

-Los políticos contrarios a la fiesta de los toros no conocen la historia. No es que estén en contra de que el animal muera porque defienden otros espectáculos, como los correbous, en los que pasa lo mismo. Son retrógrados e incultos, prohiben unas cosas y otras las dejan vigentes. O no tienen cultura o simplemente lo hacen para fastidiar a un grupo de personas que no piensan lo que ellos quieren que piensen.

Vitigudino, Salamanca (1938)

Matador de toros nacido el 18 de julio de 1938 en Salamanca. Se doctoró el 13 de mayo de 1961 en la madrileña plaza de Las Ventas, con Gregorio Sánchez como padrino y Diego Puerta como testigo. Esa tarde cerró la primera de sus catorce salidas a hombros del coso madrileño, cifra que a día de hoy todavía nadie ha conseguido alcanzar. El Viti mantuvo durante toda su carrera, también en su última etapa, su condición de primera figura del toreo. Con su oficio y su buen hacer se labró una trayectoria profesional limpia, intachable. Las faenas del salmantino eran en ocasiones de una ligazón sorprendente y siempre constituían un derroche de temple y maestría.

DIEGO G. TABACO