miércoles, 11 de diciembre de 2013

MUERTES ABSURDAS


Hoy  en  día,  parece  que  estamos  bastante
insensibilizados   con   respecto   al   tema   de
la  muerte.  Curiosamente,  sin  embargo,  nos
sentimos    fascinados     por     ella     y     nos
sorprendemos    al    descubrir    las    muertes
tontas   de   algunos   personajes   históricos.
Veamos  una  pequeña  selección  por  orden
cronológico:



Calcas (s. XIII a.C.),
Quilón de Esparta (s. VI a.C.),
Zeuxis (398 a.C.),
Filemón de Soli (262 a.C.),
Crísipo de Soli (208 a.C.) y
Pietro Aretino (1556):
Todos ellos murieron de un ataque de risa.
Esquilo (456 a.C.)
Murió golpeado por una tortuga desprendida de las garras de un águila que sobrevolaba su cabeza. Al parecer, las águilas quebrantahuesos solían lanzar tortugas contra las piedras para abrirlas... y Esquilo era calvo.
Agatocles (286 a.C.)
Sherwood Anderson (1941)
Las vidas del tirano de Siracusa y el famoso escritor se vieron truncadas por un palillo. En el caso de Agatocles, se atragantó con un mondadientes; Anderson, sufrió
una peritonitis tras tragárselo.
Pirro (272 a.C.)
Mientras paseaba, recibió el impacto de una teja lanzada por una anciana desde
una azotea.
Arquímedes
(212 a.C.)
Fue atravesado por la espada de un soldado romano al que había increpado por pisar los dibujos científicos que había hecho en la arena de la playa.
Herodes I, el Grande
(4 a.C.)
Sus genitales se pudrieron debido a una rara enfermedad llamada gangrena de Fournier.
Plinio, el Viejo (79)
Intrigado por la erupción que arrasó Pompeya, sufrió una crisis cardiaca investigando el
fenómeno de cerca...
mientras sucedía.
Caracalla (217)
Un soldado de su escolta lo apuñaló mientras orinaba entre unos arbustos.
Atila (453)
Durante el banquete de su noche de bodas, el líder huno se hartó de comer y beber. Tanto bebió que ni reparó en que su nariz comenzaba a sangrar, de tal forma que acabó ahogado
en su propia sangre.
Li Po (762)
Probablemente, una de las muertes más poéticas de la Historia: mientras navegaba ebrio por el río Yangtzé, Li Po trató de abrazar el reflejo de la luna, cayendo del bote y ahogándose.
Federico I Barbarroja
(1190)
El peso de su armadura hizo que se ahogara en un río. Ya
muerto, su hijo trató, sin éxito, de conservar su cuerpo en vinagre.
Enrique I de Castilla
(1217)
Murió golpeado por una teja desprendida de un tejado cuando dos mancebos se asomaron para verle marchar.


Juan XII (1334),
François Félix Faure (1899) y
Jean Daniélou (1974)
Tanto el papa como el presidente francés y el cardenal Daniélou forman parte de la lista de personas muertas en brazos de una prostituta.
George Plantagenet
(1478)
Famoso por ser un gran bebedor, sus verdugos le ahogaron en un barril de vino.
Felipe el Hermoso
(1506)
Bebió demasiada agua fría nada más terminar un juego de pelota.
Maximiliano I de
Austria (1519)
La muerte le llegó al archiduque y emperador, antecesor de Carlos I de España, debido a una indigestión de melones.
Hans Steininger (1567)
La persona que ostentaba el récord de la barba más larga del mundo (1,5 metros) olvidó enrollar su peludo tesoro durante un incendio y, con las prisas, tropezó con él y se rompió el cuello.
Tycho Brahe (1601)
En el siglo XVI, levantarse de la mesa antes de acabar la comida era considerado todo un insulto. Brahe, que tenía problemas de vejiga y era conocido por sus excesos
con la bebida, fue demasiado educado para excusarse e ir al baño, y murió entre
agonías varios días después tras reventarse su vejiga.
Jean-Baptiste Lully
(1687)
Este compositor francés falleció a causa de una grangrena tras clavarse la batuta en un pie en pleno berrinche contra los músicos a los que dirigía.

Fernando VI, el Prudente (1759)
Catalina II, la Grande
(1796)
Ambos gobernantes murieron sentados en la taza del váter.
Adolfo Federico de
Suecia (1771)
El llamado "rey que comió hasta morir" falleció por problemas digestivos tras engullir durante una cena langosta, caviar, chucrut, sopa de repollo, ciervo ahumado, champán y catorce platos de su postre preferido, relleno de mazapán.
Clement Vallandigham
(1871)
Tras la guerra civil norteamericana, este político se convirtió en un famoso
abogado. En su último caso, tuvo que defender a un acusado de disparar contra un individuo durante una disputa. Para demostrar que el fallecido se había disparado por error a sí mismo, se ofreció para encarnar a la víctima en una reconstrucción de los hechos y olvidó descargar la pistola durante la demostración. El acusado fue declarado
inocente.
Allan Pinkerton (1884)
Al gran detective le sobrevino la muerte a consecuencia de una gangrena tras morderse la lengua en un resbalón.
Alejandro I de Grecia
(1893)
Su mono mascota le contagió la rabia con un mordisco.
Charles Justice
(1911)
Irónicamente, fue condenado a morir electrocutado en la silla eléctrica que él había ayudado a construir e instalar en la prisión años antes.
Jack Daniel (1911)
El fundador de la conocida marca de whiskey, al no recordar la combinación de su caja fuerte, le dio una
patada, con tal mala pata
(nótese el chiste) que se
le infectó el dedo gordo
del pie y terminó
muriendo.
Franz Reichelt
(1912)
Saltó desde la Torre Eiffel con el fin de probar su prototipo de paracaídas. Huelga decir que no funcionó.
François Faber
(1915)
Estando en una trinchera durante la II Guerra Mundial, recibió un telegrama notificándole que su mujer había dado a luz. Al saltar de alegría, recibió un tiro de un soldado alemán.
Ray Chapman (1920)
El jugador de béisbol fue mortalmente alcanzado en la cabeza por una pelota que no vio, ya que por aquel entonces los pitcher ensuciaban la pelota antes de lanzarla para disminuir su visibilidad.
Harry Houdini (1926)
Ya que el gran mago presumía de su habilidad para controlar su cuerpo de modo que no sintiera dolor, fue retado por un estudiante a recibir puñetazos en el abdomen sin inmutarse. Y ciertamente Houdini, según se dice, aguantó bien, pero los golpes que le propinó el universitario, jugador de rugby y estrella del boxeo, agravaron su principio de apendicitis y acabó muriendo días después.
Bobby Leach (1926)
La segunda persona que sobrevivió a una caída en barril desde las cataratas del Niágara tropezó un buen día con una cáscara de naranja y se rompió una
pierna. Tan mala fue la caída
que le hubieron de amputar
la pierna gangrenada,
aunque acabó muriendo por
complicaciones de la
cirugía.
Isadora Duncan
(1927)
La conocida bailarina estadounidense debió haberse dejado la bufanda en casa, ya que su echarpe le causó la muerte por fractura de las cervicales al
enredarse en la rueda de un coche.
Alexander Bogdanov
(1928)
Investigando sobre técnicas de rejuvenecimiento, se realizó una transfusión de sangre de un paciente con malaria y tuberculosis. El resto es historia.
Marie Curie (1934)
Sin conocer los efectos de la radiación, falleció de anemia aplásica como consecuencia de sus importantes investigaciones.
Thomas Midgley
(1944)
Tras contraer la polio, diseñó un complejo sistema de cuerdas y poleas para levantarse de la cama con el que acabó estrangulándose por accidente.
Joan Burroughs
(1951)
William Burroughs y su mujer bebieron demasiado una mala noche y no se les ocurrió ninguna diversión mejor que jugar a ser Guillermo Tell... pero de verdad. El escritor acabó entre
rejas por homicidio involuntario al no
alcanzar con su flecha la manzana que Joan se puso sobre la cabeza.



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