sábado, 7 de diciembre de 2013

Irene Villa, lecciones de vida


Ríos de palabras se han escrito sobre ella, y todavía cuesta creer; todavía impone marcar un número de teléfono sabiendo que al otro lado descolgará la niña de aquella pesadilla, el horror de una bomba mal parida que dejó su cuerpo pegado de sangre al asfalto, sin vida, una húmeda mañana de octubre de 1991, sur de Madrid, humilde barrio de Aluche. La memoria del día nítida como ayer mismo. Y sí, es ella, Irene Villa González, vuelta a la vida tres días después; atrás quedaba la que naciera el 21 de noviembre de 1978 en Madrid, muerta, un coche pequeño y una lapa en los bajos, ella y su madre funcionaria, y una cinta de los Beatles en el casete, ahora incrustada con titadine en su muslo izquierdo, roto, inservible, mutilada la niña a derecha e izquierda, sin piernas.
"Sigo poniéndome retos laborales, como ofrecer en Yo Dona entrenamiento emocional"
Pero hoy es otra Irene Villa, 22 años de lucha, 40 operaciones, tres carreras universitarias, palmarés en esquí paralímpico; hecha a sí misma psicóloga y periodista, escritora que nos acompañará con sus artículos semanales en estas páginas de Yo Dona.
"Utilizo las herramientas para reforzar el espíritu y superar lo negativo: la psicología positiva, el esfuerzo por no rendirse y creer en uno mismo".
Suena la voz de una mujer decidida y fuerte, optimista y positiva con causa, y de golpe rompe el recuerdo y aquella memoria del día se desvanece. Habla una madre convencida, orgullosa de serlo, comprometida en «la inversión más grande de la vida» o la educación de su hijo Carlos, 16 meses. Y los que vendrán.

Acabas de estrenarte con éxito en novela ('Nunca es demasiado tarde, princesa'), ¿algún sueño por cumplir?
Ampliar la familia: tener un hijo ha sido el verdadero sueño de mi vida.
¿Cuántos te gustaría tener?
Familia numerosa, no sé, los que vengan.
«Mi hijo ha sido el broche de oro de mi vida», ¿ni un reto más para el futuro?
Sí, sí, sigo compitiendo y poniéndome retos laborales, como este de publicar en Yo Dona. Pero formar una familia es el mayor de todos, en el que más hay que invertir, sobre todo emocionalmente: dar la vida y las herramientas/valores para su desarrollo, de las que depende su felicidad o infelicidad. Mi hijo es la recompensa a toda una existencia de lucha, sacrificio y superación.
Me has dicho que esta columna semanal te hace más ilusión que cualquier anterior trabajo periodístico, ¿por qué?
Está orientada precisamente al contenido de mis conferencias, que es mi otra gran ocupación en estos momentos, trasladando optimismo a las mujeres y haciendo entrenamiento emocional.
¿Se cierra así un círculo?
Sí, es lo que la vida me ha deparado como defensora de la solidaridad con las mujeres y la no violencia de género.
¿El optimismo puede curar también enfermedades físicas?
Es vital y clave, junto al ejercicio físico. Los médicos siempre te lo recuerdan: el estado de ánimo es fundamental para la curación. El pesimismo atrae lo negativo, el poder de la mente es inmenso.
«Nada me gusta más que ser operada: ¡me encantan las agujas!», le contaste a tu amiga Nieves Herrero. ¿Te consideras un milagro de la ciencia?
Exactamente, lo has entendido. Estoy tan agradecida a los médicos que me encanta pasar por sus manos. No soy una masoquista, pero te digo de verdad que cuando veo que a alguien le ponen una vía o le sacan sangre, me gustaría estar en su lugar; justo acaba de pasarme con mi marido. Para mí, ingresar en el hospital es como estar en un hotel de vacaciones, tan bien tratada por todo el personal...
Irene, ¿a quién le debes más en la vida?
A mi madre, que es mi ángel en la Tierra. Las madres son la clave, y en mi caso además ha representado el motor, con su optimismo y vitalidad.
Tu experiencia al otro lado del túnel, aquellos tres días que pasaste en coma, es la más real y positiva que jamás haya escuchado. ¿La empleas mucho en tu trabajo de 'coaching' con los familiares y supervivientes de una desgracia?
No tengo miedo a la muerte porque la viví como algo placentero. Pero no utilizo mucho mi experiencia, sino las herramientas para reforzar el espíritu y superar lo negativo: la psicología positiva, el esfuerzo por no rendirse y creer en uno mismo. Pienso que al otro lado hay una serenidad total, una paz eterna, pero el paso a la muerte no está en nuestra mano. En mi caso, no fui yo quien decidió seguir viviendo, ni siquiera creo que fueran los médicos. Tenía las dos venas femorales seccionadas y había perdido litros y litros de sangre, estaba aparentemente muerta y no iba a sobrevivir, pero algo ajeno al médico le dijo: sálvala. Y lo hizo, incluso pensando que yo recriminaría esa decisión toda la vida. Creo que fue algo que vino del más allá, que yo tenía que estar aquí y punto. Atravesar el umbral es involuntario, lo que sí decides tú es rendirte o no.
¿Qué dirías a las 15 mujeres violadas y a los familiares de la asesinada por 'el loco del chándal', que hace poco ha salido en libertad sin haberse rehabilitado de su enfermedad mental, y que por fin podrá volver a violar y matar?
Es terrorífico, ni siquiera en su conciencia pagará por sus delitos. Les diría que no se desanimen, que no vivan con miedo y que no sufran más, porque lo más terrible ya les ha ocurrido; es lo mismo que pienso de mí para mis adentros.
¿Cómo es la respuesta que estás recibiendo de los lectores de tu novela?
Increíble, me dicen que les engancha, les emociona y les deja un mensaje muy profundo y bonito, y estos tres eran precisamente mis objetivos prioritarios: enganchar, emocionar y enseñar a valorar lo que uno tiene. Supone un aprendizaje necesario para ser feliz y que normalmente solo te enseñan las malas experiencias.
¿Sorprendidos de tu lado canalla?
Sí, porque hasta el momento solo me habían oído hablar de paz y amor, y armonía y perdón, o flower-power, como dice mi hermana, y en este libro lo hago de sexo, drogas y violencia, porque quería plasmar esta realidad que también existe. Uno normalmente pasa por etapas duras hasta encontrar la madurez: hay que perderse para reencontrarse. Deseaba hablar de violencia intrafamiliar, porque me consta que ocurre en muchas casas. Y de las drogas, que en mi época eran el pan nuestro de cada día. Y contar que nunca es tarde para levantarse si uno cae en uno de esos círculos.
¿Todo esto te lo ha enseñado a ti la vida?
Sí, claro, se nota perfectamente que no hablo de oídas en ningún momento. He salido mucho mientras estudiaba en Madrid, en Valencia y también en Barcelona, donde íbamos a Lokotrón, una discoteca que aparece en el libro y que entonces era lo peor de lo peor. Y durante cinco años tuve un novio discjockey, íbamos mucho a Ibiza.
¿Eres tú la chica del libro que se pierde, se cae y se levanta?
oy el hilo conductor y estoy en todas las historias y personajes, con mis mensajes y alegatos. Pero no, no me perdí, tuve la suerte de compaginar aquel mundo con el estudio de mis tres carreras, y de contar siempre con suficiente apoyo familiar. Aunque he visto mucho de todo esto, lo que me motivó a especializarme profesionalmente en adicciones, maltrato a la mujer y trastornos alimenticios. Aprendí en las aulas pero también en la calle, la vida me ha enseñado mucho.

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