miércoles, 17 de julio de 2013

LA VERDAD

¿Qué sabemos de la Verdad…?
Apenas sabemos nada de la Verdad y
lo que es peor… ni siquiera somos
capaces de conocernos a nosotros mismos
El ser humano se pasa toda su vida
investigando, examinando,
escudriñando, inspeccionando…
todo cuanto le rodea, sin embargo,
apenas conoce nada de sí mismo.
Las principales preguntas que no han
obtenido respuesta y que
"atormentan" al hombre, suelen ser de
tipo existencial: ¿quién soy… de
dónde vengo… a     dónde voy.
Posiblemente si conociéramos con exactitud estas
respuestas, la vida nos resultaría mucho más fácil:
Posiblemente si conociéramos con exactitud estas respuestas, la vida nos resultaría mucho más fácil:
entenderíamos
entenderíamos
el porqué de las cosas. Pero lo cierto, es que
apenas sabemos nada de la verdad y mucho
menos de nosotros mismos. Aquí encaja
perfectamente la máxima atribuida a Jesús
el porqué de las cosas. Pero lo cierto, es que apenas sqaubemdiocse:n"aLdaadVe learvdeardaosdhyará libres". mucho menos de nosotros mismos. Aquí encaja perfectamente la máxima
atribuida a Jesús que dice: "La Verdad os hará libres".
Verdad, brilla por su ausencia. Pero… ¿qué es verdad y qué no lo
es?, ¿cómo saber si lo que conocemos es verdad y no una ilusión, un espejismo, o simplemente una manipulación?
Decía Calderón de la Barca: "La
vida es sueño… y los sueños, sueños
son". ¿Vivimos en un eterno sueño?,
¿qué es la realidad…, a qué llamamos
realidad?
Ante tales incertidumbres, el ser humano ha optado por justificar su presencia y
la razón de su existencia en la voluntad de un ser superior: un dios. Pero, ¿existe
ése dios?
Si como Dios, entendemos al personaje referido en la Biblia como: Yahvé o Jehová. O en el Corán como: Alá. O como en las diferentes y variadas religiones, con su particular denominación.
Resulta evidente de que ese tipo de dios o de ser supremo,
no encaja en la mentalidad evolucionada del ser humano
actual. El razonamiento científico del ser humano sabe
diferenciar perfectamente un cuento o historia, de una
evidencia contrastable.
Es por ello que el ser humano, en realidad, a penas sabe nada de sí mismo. Y mucho
menos de la posible existencia de un Dios creador tal como nos refieren los textos
sagrados.
. Pero si la palabra Dios, es definida como la referencia a una inmensurable fuerza o
energía, capaz de transformarse así misma en materia, en inteligencia, o cualquier otro tipo
de manifestación; resultará más comprensible para la razón científica humana, aún cuando
ésta sea incapaz de abarcar su total comprensión.
De acuerdo a ésta ultima exposición, la prioridad del ser humano debería establecerse en conocer el origen o la relación entre él y la gran fuerza o energía universal, responsable real de todo cuanto somos capaces de conocer y comprender.
Esta sería la gran prioridad del ser humano: conocer su origen, su razón de ser y su destino.
Quizás solamente de esta manera, se eliminarían los enfrentamientos y las guerras, así como
el maltrato a otros seres vivos que nos acompañan en nuestra evolución,
comulgando totalmente con la naturaleza de nuestra madre, la Tierra, un ser no menos vivo que nosotros mismos, pues de ella venimos y a ella le debemos nuestra existencia evolutiva.
Pero la evolución racional del ser humano no alcanza a todos por igual. Por lo que ante la carencia de un estatus evolutivo general o global, que nos permita interrelacionarnos entre todos como si de un mismo pensamiento o idioma se tratase,
únicamente queda la posibilidad de que esa gran fuerza o energía universal, se manifieste entre los seres humanos, abriendo los corazones y los ojos del alma de cada uno de nosotros, para llegar a conocer la Verdad.

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