miércoles, 8 de mayo de 2013

El Castillo de Luna y la leyenda del Águila Blanca. Alburquerque (Badajoz)


El Castillo de Luna es uno de los más importantes de toda Extremadura y así como de La Raya hispano-portuguesa. Uno de sus propietarios fue Don Alvaro de Luna, En el s. XV, Don Álvaro de Luna, supo granarse hasta tal punto la amistad y confianza del rey Don Juan II de Castilla, que suscitó las envidias y resentimientos entre los Nobles de la Corte, en especial de Don Enrique, señor de la Villa de Alburquerque, y de su hermano Don Pedro, Infante de Aragón y primo del Rey.

Esta leyenda o historia comienza a principios del siglo XV, D. Juan II de Castilla era un niño cuando llegó a la Corte D. Álvaro de Luna, de la mano de su tío D. Pedro de Luna, Arzobispo de Toledo. A partir de este momento se forja una amistad inquebrantable entre D. Álvaro de Luna y el Rey, que sería la envidia de sus primos los infantes de Aragón.

Al morir su padre Enrique III el Doliente, D. Juan siendo muy joven, es nombrado Rey de Castilla y comienza en ese momento, una guerra por controlar la voluntad del rey, entre los infantes de Aragón D. Enrique, D. Pedro y D. Juan de Antequera, que no anhelaban otra cosa que apoderarse del gobierno de Castilla. Fue tal su obsesión que llegaron incluso a secuestrar al Rey.

Al ser liberado el Rey, por su compañero de la Infancia, D. Álvaro de Luna acrecentaría la confianza del Rey sobre él. Este incidente provocaría una guerra entre los primos. Para terminar de una vez por todas con esta rebelión de los Infantes de Aragón, las huestes reales los persiguieron, y estos terminaron refugiándose y haciéndose fuertes en las posesiones que tenían en Extremadura, por parte de su madre Dª Leonor de Alburquerque, Reina de Aragón.

En cuanto D. Álvaro llegó a Trujillo y se informó de los desmanes cometidos por el Infante y Maestre de la Orden de Santiago D. Enrique de Antequera y los suyos, de que habían talado montes, quemado poblaciones indefensas, además de secuestrar cuanto ganado hallaron en su paso.

Trujillo se rindió a los de Luna; pero no ocurrió igual con el castillo, que estaba bien defendido por el bachiller García Sánchez de Quincoces. Mientras tanto los Infantes se habían marchado para hacerse fuerte en Alburquerque.

Al tomar el castillo y apresar a su alcayde, partieron las huestes hacía la histórica villa de Alburquerque, en cuyo formidable castillo se hacían más temer los inquietos Infantes de Aragón.

El acoso de D. Álvaro de Luna al castillo de Alburquerque hizo que fuera denostado por el pueblo, así como los infantes. Unos y otros trajeron miseria y hambre. Esto causó que el verdadero protagonista de esta historia fuera el pueblo, que sufre y padece las ambiciones de los poderosos y que se refugia en la burla constante y en la danza para pedir la libertad.

La trama recoge como el propio rey Juan II intervino a favor de su valido, lo que provocó las iras de los infantes de Aragón, pero las huestes del rey tomaron el castillo el 16 de noviembre de 1432. Desde ese momento la fortaleza y la villa de Alburquerque pasaron a manos de D. Álvaro de Luna, el cual sería el último conde de Alburquerque.

La entrada de Juan II en el castillo liberado es una de las escenas más emocionantes vividas por los habitantes del castillo de Luna, después de un largo asedio.

Años después, caído en desgracia, Don Álvaro moriría decapitado en la Plaza Mayor de Valladolid, quedando su cabeza en el mismo cadalso durante días. Años después, don Álvaro de Luna, caído en desgracia, murió decapitado en la plaza mayor de Valladolid.

Desde entonces, cuenta la leyenda que el espíritu de éste convertido en águila blanca, regresa cada tarde de primavera para dominar, desde la Torre del Homenaje, maravillosos paisajes de los Baldíos de Alburquerque. Incluso tierras de la vecina Portugal permite observar su situación en alto.

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