sábado, 19 de mayo de 2012

Conoce a Mari Paz, la chica con el mejor trabajo de España

Tres mil personas en España se interesaron el pasado abril por una oferta de trabajo que consistía en sentarse en un parque y ver la hierba crecer. Finalmente, una joven de treinta años y licenciada en Publicidad consiguió hacerse con el puesto.
Foto de Mari Paz en el Parque Berlín de Madrid trabajando



Mari Paz está tumbada en la hierba tomando el sol. Tiene todo su “chiringuito” montado, con la sombrilla, la mesita, su tablet… De vez en cuando se toma un zumo, un sandwich, o tuitea alguna cosa, charla con los curiosos que se acercan por su zona en el parque o atiende a algún medio de comunicación. Su horario de trabajo es de 12 a 6 de la tarde y cobra 2.000 euros brutos al mes. Sí, sí, la cifra está bien: 2.000 euros brutos.
Hasta que Mari Paz ha llegado a estar bajo una sombrilla disfrutando del buen tiempo, ha tenido que pasar un duro proceso de selección. En abril aparecía una oferta en infojobs que no dejaba a nadie indiferente, se buscaba a una persona que estuviera dispuesta a tomar el sol, participar en redes sociales y disfrutar de la primavera.
Los requisitos fundamentales para postularse al puesto eran tener entre 25 y 35 años, residir preferiblemente en Madrid y tener conocimiento de las redes sociales. Al final del mes, más de 3.000 personas mostraban su interés por el trabajo.
“Yo lo que hice, además de inscribirme en infojobs, fue buscar en Facebook la oferta y ponerme en contacto con ellos”, explica Mari Paz. “Cuando me llamaron para hacer la entrevista no me lo podía creer”.
La joven, licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas, con un Máster de gestión cultural y un curso de Comunity Manager, estaba decidida a no dejar pasar la oportunidad. “Estudié bien todos lo que tenía que ver con Husqvarna (la empresa que había puesto el anuncio) y busqué información sobre Automower, un robot cortacésped que funciona de forma automática”.
Tanta preparación dio sus frutos. “La mía no fue una entrevista al uso. Estuve diez minutos hablando tranquilamente con ellos, pero ya les dije: -mirad, a mí el trabajo me interesa muchísimo- y entonces saqué unos apuntes con un montón de propuestas que había preparado para el producto en las redes sociales, con los medios…”
De este modo, la entrevista pasó a convertirse en un caso práctico en el que el reclutador pasó a hacer de periodista, como si fuera un caso real. Finalmente, Mari Paz salió de aquella sala con trabajo.
La joven disfruta hoy de los jardines de Madrid. Estuvo unos días en el parque Berlín y ahora en uno privado, “sólo tengo que llegar por la mañana y poner a trabajar Automower y no me tengo que preocupar por nada más que por ver la hierba crecer”, asegura la joven entre risas. “Es muy divertido porque cada día es distinto, se acerca gente nueva, incluso una vez vino un chico que también había enviado el curriculum a la oferta y me dio la enhorabuena”.
Pero Mari Paz no sólo atiende a los curiosos que se acercan por el parque, también tiene una intensa actividad en las redes sociales “voy contando lo que pasa cada día”, afirma. Sin embargo el trabajo tiene un “pero” y es que el contrato es sólo de un mes, por lo que a principios de junio la publicista volverá a las listas del paro.
Aún así Mari Paz está animada: “Ahora estoy mucho más preparada porque este trabajo me está aportando muchísimo en las relaciones con los medios, por ejemplo, así que tengo esperanza de que pueda encontrar algo pronto”.

VELOX, EL PERRO LEGIONARIO. CAPÍTULO XVI. DESAFIANDO A LA MUERTE


Caminé y caminé, hundiéndome en los charcos y enredándome en la maleza. En más de una ocasión, mis patas estaban a punto de fallarme y me hubiera desplomado en el lodo de no ser por Nieves quien no se cansaba de animarme, dándome empujones con su noble hocico. No quería que esta perra loba germana me tomara por un debilucho por lo que proseguí mi marcha con la tenacidad de un verdadero legionario hasta que vi detrás de los árboles una solitaria casa con paredes de troncos y techumbre de paja, rodeada por algunos cobertizos y campos labrados.
            Una muchacha con el cabello rubio y alborotado por el viento, salió corriendo a nuestro encuentro y Nieves brincó como una cachorra saltándole al pecho y tratando de lamerle la cara, algo que siempre quise hacerle a mi amigo pero jamás lo hice. Vibio, mi amado Vibio, ¿acaso nunca más volveré a sentir tu cariñosa mano sobre mi nuca, tu rostro hundiéndose en mi pelaje, el calor de tu humanidad? Al pensarlo, sentí que algo invisible me aplastaba con una fuerza descomunal y me derrumbé sobre la hierba.
            No pude recordar nada más y cuando abrí los ojos de nuevo, estaba tendido sobre un montón de paja. El ambiente en mi alrededor era tibio, seco y muy agradable después del frío húmedo de la Gran Ciénaga; también sentía que alguien estaba lamiéndome el hocico. La dulce Nieves pasaba su tibia lengua por todo mi cuerpo, tratando de no descuidar ninguno de los rasguños y magulladuras que había dejado en mi pellejo la lucha descomunal contra el bosque de la muerte.
            Desde que era cachorro, no volví a experimentar aquella maravillosa sensación que le provocan a uno las caricias de una hembra. Era como volver a la niñez, sobre todo, cuando mi nariz olfateó el inconfundible aroma de leche recién ordeñada que provenía de un cuenco que alguien había colocado bajo mis nariz. Como no había probado bocado en varios días, bebí con avidez, como en aquellos días lejanos cuando disputaba con Deimos y Fobos  los pezones de Alecto, nuestra amada madre. La leche que bebía ahora tenía un sabor un tanto diferente, al parecer, era de aquella vaca cuyos mugidos se oían al otro lado de la pared, en el establo contiguo a la casa pero, al igual que la leche materna, pudo infundir algo de fuerza en mi cuerpo maltrecho.
            Al vaciar al cuenco, me sentí un tanto fortalecido; también me percaté de que alguien me había liberado de mi collar con púas y untado con ungüento oloroso el verdugón en la cabeza que me había hecho la empuñadura de la espada germana. Nieves seguía lamiéndome como una madre cariñosa cuando de pronto sentí que alguien me tocaba la nuca tal como solía hacerlo Vibio. Sin embargo, no era la áspera y firme mano de mi amigo sino otra, mucho más ligera, pequeña y suave. Al alzar la mirada, vi a la joven dueña de Nieves, aquella muchacha de ojos como las flores de nomeolvides y rizos rubios, sostenidos sobre la frente con una cinta de colores, muy parecida a aquella que Vibio siempre llevaba consigo... ¡Vibio! ¿Dónde estaba ahora?
            Lancé un aullido alarmante.
            -Tranquilo, tu amigo sigue vivo e incluso se siente un poco mejor -sonó inmediatamente una voz familiar.
            Tadras, el misterioso hombre de los cuervos, se apartó a un lado dejando que yo me acercara a una tosca cama de madera junto a la ventana abierta, donde había más luz y aire fresco. Vibio yacía sobre un jergón de piel relleno de juncos y con un manto doblado bajo la cabeza a manera de almohada. Otro manto lo cubría hasta la cintura así que no podía ver su herida pero, al juzgar por su respiración regular y facciones relejadas, su dolor era más tenue. Lamí su mano que se pendía inerme de la cama pero mi amigo no reaccionó. 
            -No intentes despertarlo, estará así por varios días gracias a mi infusión -aseguró Tadras -.Un poco de menta, un poco de tilo y, por supuesto, una buena dosis de saúco para aliviar el dolor y bajar la fiebre, aquel generoso don de Frau Holle, la Dama del Saúco, diosa que nunca niega su ayuda a aquellos que la honren debidamente.  
            Vi una olla colocada sobre la lumbre del hogar que despedía un agradable aroma a menta y flor de tilo que, sin embargo, no podía vencer del todo el pesado olor a sangre y otros efluvios corporales que flotaba en la habitación. Descubrí su procedencia al ver desparramados en el suelo varios lienzos ensangrentados y una daga pequeña pero muy afilada. Sin duda, se trataba de la sangre de Vibio así que solté un gruñido sordo y dirigí a Tadras una mirada inquisitiva.
            -Tuve que hacerlo pues la herida de tu amigo supuraba pus y olía a putrefacto -explicó Tardas mientras se lavaba las manos y las secaba con un paño limpio -.Tuve que abrirle la herida y limpiarla bien al fondo para dar salida a toda la sangre envenenada. Si no lo hubiera hecho, el pobre de tu amigo moriría de fiebre hoy mismo. Al parecer, los dioses lo aman pues aunque recibió un buen tajo en el vientre, el atacante no retorció el filo dentro de la herida por lo que le cortó sólo los músculos, sin lesionar los intestinos.
            Al oír aquellas palabras, moví la cola golpeándola con fuerza contra el suelo.
            -Veo que tienes buen corazón y amas mucho a este joven pero no quiero esperanzarte antes del tiempo. Si la fiebre regresa, tendré que limpiar la herida una y otra vez, para hacer salir los humores malignos de las entrañas de tu amigo. Sé que los romanos creen en Atropos, una diosa cruel que corta las vidas humanas a diestra y siniestra y no se apiada de nadie. Por el momento, la hice guardar sus tijeras pero aun ronda alrededor de tu amigo así que debemos estar alertas para espantarla.
            En respuesta, oí un graznido familiar. Sentados sobre los postigos abiertos de la ventana, Hugin y Munin mostraron su disposición de ayudar a su amo en la difícil tarea de desafía a la más temible de las Parcas.
            Mientras tanto, la muchacha de cuya ausencia no me había percatado, volvió a entrar con un balde de agua y comenzó a limpiar el siniestro desorden sin menor sombra de temor ni repugnancia. Nieves se ajetreaba alrededor de su joven dueña como si tratara de ayudarle, lanzándome de vez en cuando unas miradas furtivas cuyo significado no pude descifrar.
            Cuando todo estaba limpio y ordenado,  la muchacha se lavó las manos, tomó un cazo de madera, lo sumergió en la olla y lo ofreció a Tadras.
            -Veleda, hija, ¿acaso quieres aturdirme con mi propia poción por varios días, al igual que al romano? -Tadras esbozó una sonrisa que transformó por completo su severo semblante.
            -Papá, sólo quiero que descanses un poco y estas hierbas te ayudarán a conciliar el sueño. No has pegado el ojo desde hace varios días por andar tras este romano. ¿Y qué será de él si tú mismo caes enfermo del cansancio?  -contestó la joven; su voz me hacía recordar el cano de las alondras en el cielo primaveral.
            -Siempre eres tú la que dice la última palabra -al beber unos sorbos del humeante líquido, Tadras volvió a sonreír -.Cuando te cases, me imagino cómo sufrirá el pobre de tu marido.
            La joven se ruborizó y se mordió los labios.
            -Vete a descansar, papá, y no te preocupes por el herido. Lo velaré, te lo prometo -con estas palabras la muchacha se sentó junto a Vibio y le tocó la frente limpiando el sudor. Al inclinarse sobre mi amigo, los cabellos de la germana se desparramaron como una cascada de oro.
            -Veleda, promete que me despertarás si notas algún cambio en su estado -dijo Tadras y, al alzar una rápida mirada sobre su hija, añadió con un leve suspiro -.Sólo espero que no termines con el corazón roto por culpa de este romano.
            -¿De qué estás hablando, papá? -la joven se volteó bruscamente y sus ojos centellearon desafiantes -¿Qué mal me puede hacer un hombre tan malherido?
            -Sólo pienso lo mucho que podrás sufrir si el romano no sobrevive y aun más si se recupera y decide dejarnos...
            -¿Por qué dices esto? -exclamó la muchacha.
            -Hija, tú no conoces a los romanos tan bien como yo y ni te imaginas lo distintos que son de nosotros. Ante tus ojos, este joven es un héroe que ha salvado tu honor pero esto no estoy seguro de que haya pensado en ti todo el verano como tú en él.   
            -Entonces, ¿por qué aun está llevando mi cinta? -replicó la muchacha.
            -Ay, Veleda, no puedo creer que después de rechazar a tantos pretendientes de las mejores familias queruscas te dejaste prendar por este romano. ¿Acaso te parece atractivo? Moreno, delgado, apenas más alto que tú...
            -Veo que estás tan cansado que ni siquiera sabes lo que dices. ¡vete a descansar ahora mismo! -estalló la muchacha. Alzó el cazo ya vacío y lo blandió como si fuera un arma con que pretendía atacar a su progenitor quien, con el temor fingido, se apresuró a retirarse al amparo de una cortina de hirsuta piel de lobo.
            Miré con curiosidad en mi alrededor. A primera vista, la casa de Tadras no se diferenciaba mucho del resto de viviendas germanas pues tenía el mismo hogar  de piedras planas ennegrecidas por el hollín, pieles de lobo y ciervo en las paredes y el suelo, jamones ahumados de cerdo y venado colgados de las vigas del techo, toscas cazuelas y ollas de barro, un molino de mano y un telar del cual se colgaba un trozo de tela a medio terminar. Sin embargo, no vi escudos, espadas ni hachas de guerra colgados en las paredes en tantas otras casas germanas ni, mucho menos, cabezas enemigas expuestas como trofeos, aquel orgullo especial de cualquier guerrero bárbaro. Los arcos, flechas y dos lanzas con puntas cuidadosamente afiladas que vi amontonados en un rincón eran, sin duda, armas de cazador y no de guerrero, numerosos manojos y guirnaldas de hierbas y raíces secas exhalaban un sinfín de olores desconocidos pero agradables pero aun me me sorprendieron unos estantes de madera que, además de tradicionales amuletos germanos de ámbar en forma de osos, alces y aves, albergaban una estatuilla de de Esculapio con una serpiente enroscada alrededor de su cetro, otra de Secuana, la diosa sanadora de los galos, y también una multitud de figurillas egipcias con cabezas de perro, gato, halcón y otros animales que no pude identificar.  Junto a aquel Olimpo extraño vi varios rollos, cuidadosamente guardados en fundas de cuero.
            Sin duda, era un hogar tan extraño como sus habitantes. Tadras, el hombre de los cuervos, y su hija Veleda  no pertenecían a ninguna de las categorías en que hasta ahora se dividían para mí todos los seres humanos, tanto los romanos como los bárbaros porque su comportamiento iba en contra de todas las leyes que regían el mundo que conocí hasta aquel momento.
            Miré otra vez a Veleda, sentada junto al lecho de mi amigo. Vibio, quien hasta el momento parecía inconsciente, de pronto abrió los ojos que se veían enormes en su rostro sumido y aun más negros en contraste con la cérea palidez de sus mejillas hundidas, posó su mirada errante en el rostro de la germana y, sin emitir sonido alguno, se aferró de su mano con una fuerza descomunal. Veleda no intentó liberarse incluso después de que el herido volvió a sumergirse en su sueño febril e inquieto sino permaneció a su lado, inmóvil y silenciosa. Vi que unas lágrimas caían por las mejillas de la muchacha y que sus ojos, aquellas flores azules de nomeolvides, contemplaban el rostro de Vibio no sólo con compasión sino también con otro sentimiento extraño.
            Nieves, acurrucada en el suelo junto a mí, lanzó un gañido lastimoso como si compadeciera de su ama y también de mi amigo. La miré comprensivo porque experimentaba exactamente lo mismo.
            ...Durante las semanas siguientes, en todos estos días lluviosos y largas noches oscuras del otoño germano, luchamos desesperadamente tratando de arrancar al pobre Vibio de las garras de la muerte. Su herida seguía excretando un líquido sanguinolento y maloliente por lo que Tadras prefería mantenerla abierta para que el mal pudiera salir del cuerpo y no se acumulara dentro. Los nuevos cortes con la afilada daga al rojo vivo y frecuentes lavados de herida debilitaban a mi amigo aun más y los súbitos excesos de fiebre lo ponían al borde de la muerte. Mil veces creíamos perderlo y volvíamos a recuperarlo porque el joven cuerpo se resistía a morir y seguía luchando incluso cuando todo parecía perdido.
            A veces yo sentía casi físicamente la presencia de una fuerza maligna, tal vez de Atropos con sus fatídicas tijeras o del mismo Tanates, el señor de la muerte, rozando el rostro de mi amigo y prorrumpía en aullidos desesperados, alertando a Tadras que de una vez acudía en ayuda. Veleda me tendió una esterilla junto a la cama de Vibio para que yo pudiera permanecer siempre a su lado  y me traía agua y comida allí mismo pero en mi estado apenas podía tomar uno que otro bocado. Todas mis fuerzas, toda mi voluntad y todos mis deseos estaban orientados en un único propósito: ayudar a mi amigo a superar aquel mal que anidaba en su herida impidiéndole volver a la vida.
            A veces, cuando ya no me quedaban fuerzas, me dejaba vencer por el sueño. Al comienzo, temía que Atropos o Tanates pudieran aprovecharse de aquellos instantes llevándose el alma de mi amigo pero Nieves se ponía en guardia en mi lugar y alertaba a Tadras cada vez que sentía a Vibio desvanecer ante un nuevo ataque de la muerte. Hugin y Munin también parecían intuir el peligro y trataban de espantar a los espíritus malignos a su propia manera, graznando y batiendo sus alas.
            Tadras cuidaba de mi amigo  día y noche, lo que que no le impedía ocuparse de sus otros pacientes. Aunque su caserío se ubicaba en la parte más apartada del bosque, la gente acudía a sus puertas con sus dolencias. Todos eran bien recibidos y le pagaban al sanador a medida de sus modestas posibilidades, con un saco de harina, un par de gallinas o con una jarra de miel, cerveza o leche agria. Los que no podían darle nada, eran atendidos completamente gratis pues Tadras no negaba ayuda a nadie. Era un hombre que no pedía mucho a la vida ni a sus prójimos y, al parecer, lo que más le gustaba era aliviar el dolor de los demás.
            Al caer la noche, a las puertas del caserío acudía otra clase de pacientes: un lobo con la pata destrozada por una trampa, una lechuza con una astilla clavada en su ala o una joven hembra de alce con un ternero atravesado en el útero. Estos visitantes no podían pagarle a Tadras más que con un cariñoso lamido o con una mirada llena de gratitud pero los atendía con el mismo esmero que a sus pacientes humanos.
            Veleda se encargaba de todos los quehaceres de hogar, de los animales domésticos, de la pequeña huerta y, cuando su padre salía a otros caseríos a visitar a algún enfermo grave o hacía sus recorridos por el bosque en compañía de sus fieles Hugin y Munin, lo sustituía en la cabecera de Vibio. A pesar de su juventud, era casi tan hábil en el arte de preparar las infusiones medicinales y cambiar vendajes como el mismo Tadras y, aunque no poseía el don de hablar con los animales, los amaba de todo corazón. Aparentemente, no se diferenciaban de la mayoría de otras jovencitas germanas, igual de altas, rubias y bien parecidas, aquellas flores silvestres del bosque boreal fortalecidas por los gélidos inviernos y lluviosos veranos. Sin embargo, había en ella algo especial, tal vez, aquellos ojos azules en cuyo fondo la desbordante inocencia infantil se mezclaba con la alegre curiosidad por la vida y una oculta feminidad apasionada y tierna o el cálido tono de su voz con que suplicaba a los ancestrales dioses de su pueblo a apiadarse de Vibio, devolviéndole la salud.
            Mi amigo tardó más de un mes para vencer a los demonios de la muerte y aún más para reponerse por completo de su herida. Se levantó de su lecho sólo cuando el crudo invierno germano había triunfado definitivamente sobre la lluvia y el barro del otoño y, apoyándose en el brazo de Veleda, se detuvo frente a la puerta abierta. Observó fascinado el bosque más allá de los límites del caserío, completamente transformado por la nieve recién caída y el diáfano cielo traslucía libremente a través de las ramas cubiertas de escarcha reluciente con todos los colores de arco iris bajo el sol invernal. Nieves y yo nos sentamos junto a sus pies; igual de fascinado que mi amigo humano, observé aquel paisaje insólito, lleno de un sentido nuevo, y todo nuestro futuro me parecía en aquel momento tan blanco y virginal como aquella nieve que parecía cubrir el mundo entero. 
            Tadras quien acababa de emerger del bosque precedido con Hugin y Munin, con un arco en la espalda y con dos urogallos colgados de su cinturón, nos regaló a todos una sonrisa igual de luminosa que  el sol invernal pero no dijo una sola palabra.

#12M15M

Carta de una doctora de Urgencias


Escándalo: La Verdad sobre los incentivos a los médicos en los hospitales de gestión privada o cómo se degrada la calidad y la ética profesional para asegurar el negocio.
Soy médico de urgencias y trabajo en el cada vez más reducido sistema público de salud. Por diversas circunstancias, durante un periodo de mi vida, me vi obligada a trabajar en un hospital de gestión privada, y supongo que, por eso, me han pedido que aporte algunos datos sobre ese tipo de sanidad que parece abocada a implantarse en todo el territorio nacional.
Antes de comenzar, quisiera explicar en qué consiste el sistema de triaje en urgencias. Cuando un paciente entra por la puerta de urgencias de un hospital es evaluado por un profesional sanitario, normalmente un enfermero/a, que toma las constantes vitales y cuestiona al enfermo para, según la gravedad de su patología, adjudicarle un color. De esta forma, por un código específico de colores, se atenderá con mayor celeridad al paciente que más grave esté. En mi comunidad autónoma, por ejemplo, se utiliza el sistema Manchester que funciona parecido a los semáforos de tráfico: el rojo (muy grave) se atiende antes que el verde (leve). Este sistema se creó para optimizar la atención de todos los pacientes, y me parece que funciona bastante bien.
Ahora bien, ¿qué es lo que pasa si a ese mismo código se le asocia un valor económico? ¿Qué pasaría si por cada paciente atendido con un código rojo se cobrase una productividad 10 o 20 veces superior a la de otro paciente con código verde?
En el hospital de gestión privada donde trabajé, el 50% del sueldo de los facultativos era variable y basado directamente de la productividad, productividad dependiente de si se había atendido a pacientes rojos, naranjas o amarillos…por lo que es fácil deducir qué tipo de pacientes era mejor atendido que otro.
Otra variante en el dividendo de la productividad consistía en el hecho de que un paciente acabara hospitalizado o fuera dado de alta a su domicilio. Aportaban mayor cantidad de dinero los que se marchaban que los que ingresaban. Dato éste que por si solo me parece suficientemente gráfico, y pienso no necesite más comentarios.
Además, me di cuenta de que algunos facultativos no atendían a los pacientes que no estaban acreditados. Por acreditado se entiende al individuo con su tarjeta sanitaria en regla y que, por lo tanto, el hospital de gestión privada cobraría al Estado una cantidad X por tratarlo.
¿Y por qué? Pues porque el hospital, al no poder facturar por su asistencia, tampoco pagaba al profesional que lo había atendido.
Salí espantada huyendo de un sistema sanitario que cosificaba a los enfermos y los convertía en mercancías; pero desgraciadamente, estos últimos meses están ocurriendo alarmantes cambios en el sistema público de salud.
En estos momentos, el sistema informático con el que recetamos la medicación, se bloquea en los pacientes sin acreditación. Población ésta de las más vulnerables, y a la cual se nos impide ni siquiera prescribirle un antibiótico.
Pero esto no solo ocurre a inmigrantes. En estos momentos también se nos bloquea el sistema con españoles con todos sus papeles en regla y que han cotizado toda su vida en la Seguridad Social, pero que se encuentran en una comunidad autónoma distinta de la de su lugar habitual de residencia. A esos pacientes que quizás hayan salido de casa durante un fin de semana, tampoco podemos prescribirles fármaco alguno.
Y por último, quiero explicar lo que sucede con los especialistas en los hospitales de gestión privada. Alguien muy cercano a mi, desgraciadamente, sufre una de las enfermedades que podrían etiquetarse como raras. Dicha persona tenía un seguro privado y, al inicio de los síntomas, se le atendió en un precioso hospital privado con habitación individual con 2 camas, baño, TV y un catering con suculentas comidas. Hasta ahí todo iba bien. Confort, mucho confort. Pero ¿qué ocurre en los hospitales de gestión privada? Pues que te atiende un internista. ¿y quién es un internista? Pues un médico que sabe de todo. Sabe de todo, pero no es especialista de nada. Sería algo parecido al médico de familia, pero a nivel hospitalario. En principio y en la mayoría de los casos, un internista podrá atenderte correctamente. Ellos se ocupan de todos los pacientes con patología médica y el especialista solo está como consultor o para realizar pruebas complementarias. Por ejemplo, si tienes una neumonía, el internista te pautará un antibiótico, y solo en el caso de que necesites una broncoscopia, vendrá un neumólogo para realizarte dicha prueba y nada más.
Pero ¿qué pasa si tus síntomas no encajan con ninguna enfermedad conocida? ¿Qué ocurre si tu médico no sabe qué tratamiento ponerte? Podrá consultar a dicho especialista que probablemente tampoco conozca la citada patología, y empezarás un largo peregrinaje de un especialista a otro, esperando toparte algún día con el iluminado que pueda ayudarte.
Y eso hicimos nosotros, buscar y buscar hasta que convencimos a nuestro enfermo para que se cambiase de sistema sanitario y fuera atendido en la Seguridad Social. A diferencia de los hospitales privados, en los públicos no tienes una habitación individual ni una selecta cocina, pero hay facultativos de todas las especialidades. Médicos especialistas que además se reúnen entre ellos y hacen sesiones clínicas. Sesiones interdisciplinarias donde no solo estarán los neumólogos, por ejemplo, sino que estos se juntarán también con los cardiólogos o digestólogos para discutir esos casos raros que difícilmente una sola persona podrá resolver. Muchas mentes pensantes, reunidas y trabajando juntas por un mismo paciente, tienen siempre muchas más probabilidades de acertar que una sola pensando en solitario.
Me siento profundamente agradecida a todos mis compañeros del sistema público de salud que dedicaron su tiempo y esfuerzos a estudiar la enfermedad de mi familiar. Trabajo y horas de estudio no remuneradas económicamente, pero que seguro les aportaron una gran satisfacción personal por su carácter altruista y humano.
Expongo estos datos de mi experiencia personal esperando que sirvan de punto de reflexión a los escépticos y a los aletargados que todavía piensan que los cambios que ya sufrimos y los que se avecinan en nuestro sistema público de salud no son tan graves.
(Por razones obvias, guardamos el anonimato de la doctora que nos envía esta denuncia.)

Bienvenido a Trijueque, el pueblo que cambia trabajo por comida

Foto de Imagen de Trijueque tomada de la página de Facebook de la localidad

Esta es la historia de un pequeño pueblo de GuadalajaraTrijueque, que un día se puso como objetivo potenciar el turismo de la localidad. Para ello, era necesario “adecentar” las calles, las fuentes, los caminos… El problema era que no había dinero para hacerlo, por lo que lo primero que se pasó por la cabeza de los concejales y del propio alcalde fue pedir ayuda para que los vecinos lo hicieran de forma voluntaria.

Sin embargo, con una tasa de paro de más del 15 por ciento y con varias familias con muchas dificultades para llegar a fin de mes, resultaba difícil pedirle a alguien que trabajase a cambio de nada. Por ello, decidieron que lo mejor sería cambiar trabajo por comida.

“Primero pensamos en obsequiarles con algo, pero viendo como está el tema económico,pesamos que lo mejor sería un lote de alimentos”, afirma el alcalde de la localidad Jose Ignacio Arcos a lainformacion.com.

De hecho, la mayoría de las personas que se apuntaron fueron desempleados, por lo que así surgía en febrero una bolsa de voluntarios que obsequiaba a sus vecinos con aceite, leche, pasta, azúcar, conservas, galletas, cacao… “El lote está compuesto de lo que pensamos que más o menos se podría consumir en una casa”, explica Arcos.

A cambio de la comida los voluntarios deben trabajar de lunes a jueves cuatro horas diarias, de 9:30 a 13.30, “pusimos ese horario porque había muchas madres con niños en el colegio y así tenían tiempo para llevarlos y recogerlos”.
Los trabajos comenzaron con la limpieza de los 25 kilómetros de calles que tiene el pueblo y que, algunas de ellas, estaban en malas condiciones. Pero se continuará con las fuentes, el mirador, los caminos…
De este modo, cada lunes, el coordinador de la actividad explica a los cinco voluntarios que toque esa semana qué será lo que deberán hacer en los siguientes cuatro días. “Nosotros no controlamos a nadie”, asegura Arcos, “son muy responsables y saben lo que hay que hacer en cada momento”.
Hasta ahora se han apuntado cuarenta voluntarios a la bolsa de trabajo, por lo que de momento se va rotando de cinco en cinco cada semana hasta que se finalice la lista, una vez sea así, si no se apunta nadie más se volverá a empezar. Y es que, la intención del Ayuntamiento es continuar con la actividad mientras siga habiendo voluntarios: "todavía hay mucho que hacer” afirma Arcos, “y después será necesario mantenerlo”.
La iniciativa se publicitó tanto en la página web del Ayuntamiento, como en los negocios de la localidad y según el alcalde, está siendo un "éxito".
De momento, a la hora de la selección, se está dando prioridad a los desempleados de larga duración y con cargas familiares, aunque el edil asegura que todos tendrán la oportunidad de ejercer como voluntarios: "La gente está muy contenta porque como la situación no está muy boyante toda ayuda, por pequeña que sea, es siempre bienvenida”.

La vuelta a la peseta en Mugardos inspira a un pequeño pueblo irlandés

Clones

Comerciantes de un pueblo de Irlanda ofrecen a sus clientes la posibilidad de pagar con monedas y billetes de la antigua libra irlandesa, a imitación de una iniciativa puesta en marcha en la localidad española de Mugardos.

No podíamos haber comprado mejor publicidad
Hasta 42 establecimientos de Clones, en el condado de Monaghan, fronterizo con Irlanda del Norte, se han sumado a la campaña "Acoge la Libra", fuera de circulación desde la entrada en vigor del euro en 2002, en un intento de estimular el consumo en tiempos de crisis.
El experimento parece estar funcionado, según explicó esta semana a la agencia PA el promotor de la idea, Tony Morgan, propietario de una pequeña gasolinera que dice haber recaudado ya mil libras (1.269 euros) durante los últimos dos meses.
La iniciativa partió de su hijo, Ciaran, quien la planteó después de leer en las noticias que unos 60 comercios de la localidad pesquera gallega de Mugardos (La Coruña) habían comenzado recientemente a aceptar la antigua peseta española.
Para Tony Morgan, la publicidad generada por la idea en Irlanda está contribuyendo también a que el número de visitantes y curiosos haya crecido en Clones, adonde se han desplazado incluso ciudadanos de Irlanda del Norte dado que los comerciantes también aceptan la libra esterlina, en vigor en el Reino Unido.
"No podíamos haber comprado mejor publicidad. Siempre hay gente que vuelve de vacaciones, gente que está en Londres, en el extranjero, que ha emigrado y que vienen al pueblo acomprar y gastar", explicó a los medios Morgan.
En su opinión, ahora se detecta en el país "un poco de actitud positiva para generar cambio" en tiempos de profunda crisis económica.
En miles de hogares irlandeses todavía se guardan billetes y monedas de la antigua libra, tal y como demuestran las cifras del Banco Central Irlandés (ICB). Durante 2010, el banco emisor recibió 1,8 millones de libras, que al cambio son más de dos millones de euros, mientras durante los primeros once meses del pasado año la cantidad se situó en 313.577 euros. No obstante, el ICB estimó que a finales de 2010 todavía había en el país 238 millones y 125,5 millones de euros en billetes y monedas, respectivamente, de la antigua libra irlandesa.
Para simplificar, los comerciantes de Clones ofrecen por las libras el mismo cambio fijado en 2002 para el euro, mientras las monedas se intercambian por el mismo valor, sean céntimos de libra o de euro.

BONITAS FOTOS







































RÍE Y RELÁJATE




                                 
   LA GALLINA BORRACHA
La gallina llega borracha a su casa y el gallo le dice:
- ¿Y tú? ¿Qué carajo haces llegando borracha?
Y la gallina le contesta:
- Me vas bajando el tonito,
que aquí la de los huevos soy yo!!!    **********
                                      
 ¿POR QUÉ LAS MUJERES HABLAN TANTO? 
Una encuesta realizada en Estados Unidos mostró
que los hombres usan de promedio
unas 1.500 palabras por día, mientras
que las mujeres usan un mínimo de 3.000,
justo el DOBLE.

En el congreso en el que este estudio fue presentado,
una mujer se levantó y dijo:
 " Es lógico que las mujeres hablen el doble
que los hombres. Nosotras tenemos que repetir todo lo
que decimos para que los hombres nos entiendan." 

Y el moderador preguntó: -"¿Cómo dice?"
 

*********    
      El papagayo y el viagra
Un papagayo se traga un comprimido de Viagra
que su dueño había dejado distraídamente a su alcance.
Cuando el dueño se percata de lo que había pasado,
decide meter al papagayo en el congelador
para calmar sus  ímpetus.
Una hora más tarde, el hombre decide abrir la puerta del congelador y se encuentra al papagayo empapado en sudor.
- ¿Pero cómo puedes estar sudando en el congelador?
Y el papagayo responde:
- ¿Y tú crees que es fácil abrirle las patas a una gallina congelada?


*********

      La cuenta del hospital 
Un hombre fue llevado de emergencia a un hospital
administrado por monjas, donde lo operaron del corazón.
Después de la operación, el hombre despertó y una monjita estaba a su lado.
 "Señor Pérez, la operación fue un éxito.
Sin embargo, necesitamos saber cómo piensa pagar la cuenta del hospital.
Tiene Seguro Popular?¿Tiene usted seguro de gastos médicos?" "No." "¿Puede pagar en efectivo?" 
"Me temo que no, hermana."
"Entonces, ¿tiene usted parientes cercanos?" "Sólo mi hermana, pero es una monja solterona sin un centavo".
"Disculpe que lo corrija...., las monjas no son solteronas; ellas están casadas con Dios."
"¡Magnífico!!!! Por favor envìele la cuenta a mi cuñado ... ... ... ... ... .. Y ASÍ NACIÓ EL: "QUE DIOS TE LO PAGUE"...  




**DEMANDA DE DIVORCIO**
En una demanda de divorcio, el juez pregunta a la demandante: 

- Señora, está segura de lo que está pidiendo,
¿quiere el divorcio por COMPATIBILIDAD DE CARACTERES?.
¿No será lo contrario?

La mujer contesta:
- No Sr. Juez! Es por COMPATIBILIDAD.

A mi me gusta el cine, a mi marido también!
Me gusta ir a la playa, a él también!
Me gusta ir al teatro, a él también!
A mi me gustan los hombres, a él también!