miércoles, 14 de noviembre de 2012

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Anastasio Marcos, Apicultor
Qué fuerza o que instinto nos regala a la vista, al olfato, al gusto, al tacto… a todos nuestros sentidos esa arquitectura casi divina de las abejas. Desde su nacimiento hasta su muerte, pasando por la libación, el vuelo nupcial, la construcción de ese hermoso laberinto de cera, hacen de la abeja la mayor alquimista de la naturaleza.
Con la sensación de vivir algo difícil de relatar y fácil de sentir en lo más profundo, decidimos penetrar en la vida de la Apis Mellifera, la abeja europea. Lo hacemos con el hombre que susurra a las abejas, porque ya las susurró su padre el Tío Picho. Es Anastasio Marcos el que, como un niño, nos dirá “¡Mira, mira, mira… ahí está la reina ¡Qué bonita! Mira que elegante y que movimientos tan suaves tiene…”. EsAnastasio, Tasito cuando aún vivía su padre, el llamado Patriarca de Las Hurdes.
La miel, ese elixir, si no divino, sí mágico. Ya se encuentra alguna referencia en citas bíblicas, los egipcios y los griegos hablan de la miel como un producto sagrado, de sus propiedades antisépticas o diuréticas lo que llevaría a que más de un difunto dejara dicho el deseo de llevarlo en su ajuar funerario. Una dulce despedida. Hoy, Anastasio y sus hijos Óscar y José María nos invitan a esta fiesta del trabajo.
Buen lugar Extremadura para las abejas. Un paraíso de encinares, alcornocales, castañares, robledales, jarales, brezales, madroñales, escobonales, retamales… y un largo etcétera, paisajes y hábitats por los que optan las abejas.
En este caso, nos acercamos a una finca del término municipal de Riolobos. Una hilera de cajas de madera se nos antoja como un producto más de la naturaleza, un ingrediente propio del paisaje. Son las colmenas que guardan los panales. “Antes eran de corcho; aún guardo alguna de mi padre”.
Estamos en época de recolección. Son dos veces al año, en junio y en septiembre aproximadamente, cuando el hombre participa en este hermoso ciclo. En el interior de las colmenas, varios panales están ya listos. Sostenemos uno entre las manos. Es en ese momento cuando el zumbido aumenta, las obreras defienden su territorio, pero las manos expertas nos muestran todo con tanto detalle que nos sentimos un miembro más en el panal. Observamos la perfección de las celdillas de cera. “Hoy en día, ayudamos a la abeja, porque tras la recolección procesamos la cera para hacer las láminas, de modo que luego ellas ya van haciendo las celditas”.
Es ahí, en esa mágica arquitectura donde la reina pondrá los huevos. Unos, los más, darán vida a las obreras, otros, a los zánganos y uno, sólo uno, a la siguiente reina. Las obreras irán alimentado cada huevo. A la larva de la obrera le darán una especie de papilla hecha de polen, el mismo alimento que darán a los zánganos. Sin embargo, el huevo en el que se va gestando la próxima reina es alimentado con jalea real.
Miles de obreras vuelan a nuestro alrededor en estado de alerta y defensa. Trabajadoras sin tregua que viven para libar, para alimentar a las larvas, para almacenar alimento como polen, néctar, própolis… para mantener limpia y ventilada la colmena, para construir los panales… Una vida intensa que no suele durar más de 45 días.
“Mira, esas son las celdas de los zánganos”, Anastasio nos indica unos huevos más grandes y más oscuros. El zángano, que nace de un huevo no fecundado, efectivamente es de mayor tamaño, casi se podría decir que es gordo. Su única función será la de fecundar a la reina. “Un momento hermosísimo, el del vuelo nupcial”. Ahí será cuando la reina será fecundada por uno de los zánganos. Luego morirá en manos de la misma reina.
Una vez fecundada la reina, su función será “unir al grupo, a la colmena, y lo hará a través de la segregación de una feromona que indica el funcionamiento de esa colmena en cuestión”. Las abejas la chuparán y la olerán y sabrán todo lo que deben saber en torno a su colmena. La puesta de huevos, por parte de la reina, será continua, llegando a poner hasta 2.000 huevos al día.
Con movimientos casi casi de cirujano, Anastasio y Óscar van sacando panal tras panal, ayudándose de un ahumador para relajar a las abejas. Luego, con un cepillo despacio y con sumo cuidado van quitando las abejas para poder trasladar el panal al lugar donde será extraída la miel.
Para esto, viajamos hasta Las Mestas, en la comarca de Las Hurdes, al norte de la provincia de Cáceres. Allí, nos esperan Esperanza Martín, “la matriarca” pensamos al ver su serenidad y escuchar el aplomo y firmeza de su tono de voz. Es la esposa de Anastasio que junto a José María, otro de los hijos, están listos para llevar a cabo lo que se denomina la “desoperculación”, que no es otra cosa que quitar una tapita de cera que la abeja pone en cada celda, una vez que la miel está madura. Esa especie de tapa se llama “opérculo” y de ahí el nombre a esta fase. Con un cuchillo y un rodillo se va quitando a mano esa capa de cera. “Hay máquinas para hacerlo, pero aquí lo hacemos todo de forma manual”. En ese momento, vemos cómo van llegando algunas abejas del exterior. “Vienen después de haber recorrido kilómetros y kilómetros, seguro –nos dice Esperanza- pero es que tienen un olfato afinadísimo, y huelen rápidamente la miel en el momento de abrir puertas o ventanas”.
Vemos cómo van quitando la cera y se deja a la vista la miel completamente virgen. Luego se pasará a lo que llaman la centrifugadora. En ella, a través de movimientos tipo centrifugado se escurre la miel. Sale con restos de cera y algún que otro elemento natural de la colmena, por lo que pasará una serie de filtros antes de ser embasada. Pasará a una cuba de decantación, luego a un bidón de acero inoxidable donde se deja madurar “más o menos durante dos días para perder lo poco que quede de cera”. Filtrados que nos ofrecen una miel absolutamente limpia antes de envasar.
“Mira, esto es un capricho, esto es la virginidad de la miel”. Esperanza nos tiende un trocito de panal con miel. Se mastica la cera para sacar todo el jugo dulce que nos regala la abeja. “No nos gusta hacerlo porque no deja de ser un trozo de panal, pero hoy es un capricho para que lo probéis”. Entonces sentimos que la naturaleza estalla en nuestra boca, y pensamos en cuánto sentido tiene a veces decir “me dejaste con la miel en los labios”. Todo dulzura. Todo placer.
Extremadura es una de las Comunidades Autónomas pioneras en el sector apícola, un sector especializado con explotaciones de gran tamaño, contando una media de 500 colmenas por apicultor, y que se ha convertido en un motor clave en el desarrollo rural.
Las zonas apícolas por excelencia en Extremadura son:
La Siberia, al Nordeste de Badajoz
Villuerca Ibores, al Este de Cáceres, zona que cuenta con Consejo Regulador.
Sierra de San Pedro y márgenes del Tajo, al Oeste de Cáceres
Hurdes y Sierra de Gata, al norte de Cáceres
Texto: Mari Cruz Vázquez

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