martes, 5 de julio de 2011

EL CUENTO DE HOY:

              43-El Pescador y su Esposa  

Había una vez un pescador que vivía con su esposa en una choza miserable, a la orilla del mar, y quien todos los días iba a pescar.
Estaba un día sentado con su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia las claras  aguas, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo y cuando lo sacó, tenía un Gran Pez Azul, el cual le dijo: 
-"Te suplico que me dejes vivir, pues no soy un pez verdadero, soy un príncipe encantado. ¿qué bien te haría el matarme? No soy bueno como comida, ponme en el agua y déjame ir."-
 -"Bien"- le dijo el pescador, -"no hay  necesidad de tantas palabras, pues a un Gran Pez Azul que habla, ciertamente que lo dejaré ir."- 
Y lo puso en las claras aguas, y el Gran Pez Azul bajó  al fondo, dejando un hilo de sangre detrás de él. Entonces el pescador regresó a su choza donde su esposa.
 -"Esposo"- le dijo, -"¿no has cogido nada hoy?

-"Nada para traer"- contestó el marido, -"solamente he cogido un gran Gran Pez Azul que me ha dicho ser un príncipe encantado y lo he dejado libre de nuevo."-
-"¿Y a cambio, no le pediste nada para tí?"- preguntó la mujer.

-"No"- repuso el hombre, -"¿y qué había de pedirle?"-

-"¡Ah!"- respondió la mujer, -"es tan triste  vivir siempre en un tugurio como éste, que podrías haberle pedido una casa pequeñita para nosotros. Vuelve y llama al Gran Pez Azul, y dile que quisiéramos tener una casa pequeñita pero cómoda, pues nos la dará de seguro."-

-"¡Ah!"- dijo el marido, -"¿y por qué he de ir de nuevo allí?"-
-"¿Que por qué?"- dijo la mujer, -"Ya lo capturaste una vez y lo dejaste ir. De seguro te complacerá. Ve de inmediato."-
Al pescador no le gustaba mucho la idea, pero para no contradecir a su esposa, volvió al mar.
Cuando llegó, el mar estaba todo verde y amarillo, y nada tranquilo, así que se quedó mirando y dijo:
-"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-
Entonces el Gran Pez Azul llegó nadando hasta donde él y preguntó:
-"Bueno, ¿y qué es lo que pide?"-
-"Ah"- dijo el hombre, -"yo te capturé, y mi esposa dice que realmente debí haberte pedido algo por haberte dejado ir.  Ella ya no quiere vivir más en nuestro tugurio. Ella quisiera tener una pequeña y decente casita."-
-"Ve entonces"- dijo el Gran Pez Azul, -"ya la tiene."-
Cuando el hombre regresó a casa, ya su mujer no estaba en un tugurio, sino en una pequeña casita, y ella se encontraba sentada en una banca junto a la puerta. Entonces lo tomó de la mano y le dijo:
-"Ven adentro y mira, ¿no es todo esto mucho mejor ahora?"-
Entraron, y había una pequeña sala, una linda alcoba, un comedor y una cocina equipada con los más completos y mejores utensilios conocidos, y de todo lo que había deseado. Y detrás de la casita había un pequeño patio con gallinas y patos, y un pequeño jardín con flores y frutas.
-"Mira"- dijo la esposa, -"¿No es bello todo esto?"-
-"¡Claro!"- dijo el esposo, -"y así debemos verlo siempre. Ahora viviremos tranquilos y contentos."-
-"Ya lo pensaremos."- dijo ella.
Con todo eso, cenaron y fueron a dormir.
Todo marchó muy bien por una semana, al cabo de la cual la esposa dijo:
-"Hark, tú, esposo mío, esta casita es muy pequeña para nosotros, y el jardín y el patio también son muy chiquitos. El Gran Pez Azul que cogiste justamente debería darnos una casa más grande. Me gustaría vivir en un gran castillo de piedra. Búscalo de nuevo y pídele que nos dé un castillo."-
-"Pero esposa"- dijo el hombre, -"esta casita es suficiente para nosotros, ¿para qué vivir en un castillo?"-
-"¿Qué?"- dijo la mujer, -"Ve de una vez. El Gran Pez Azul siempre complacerá."-
-"No, esposa"- respondió el pescador, -"ya el Gran Pez Azul nos dió esta casita, no quiero regresar a buscarlo tan pronto, eso podría molestarlo."-
-"Ve"- dijo la esposa, -"para él es muy fácil, y le gustará hacerlo. Simplemente llámalo."-
El corazón del pescador se apesadumbró, y no deseaba ir. Él se dijo a sí mismo:
-"No es correcto."- pero siempre fue.
Y cuando llegó, el agua estaba color violeta y azul oscuro y muy espesa. No se veía ya más verde y amarilla, aunque estaba tranquila. Él se paró allí y dijo:
-"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-
-"Bien"- dijo el Gran Pez Azul, -"¿Qué es lo que ella quiere, entonces?"-
-"Caray"- dijo el hombre medio asustado, -"ella quiere vivir en un gran castillo de piedra."-
-"Ve para allá. Ella está junto a la puerta."- dijo el Gran Pez Azul.
Entonces el hombre regresó, creyendo que volvía a casa, pero al llegar, se encontró con un gran palacio de piedra, y su esposa estaba justamente junto a las gradas de ingreso, y lo tomó de la mano y le dijo:
-"Entra."-
Así que él fue con ella, y en el castillo había una gran sala de piso de mármol, muchos sirvientes que abrían las amplias puertas, y las paredes bellamente decoradas con hermosos colgantes, y en los cuartos sillas y mesas de oro puro, y candelabros colgando del techo, y todos los dormitorios con alfombras, y encima de todas las mesas alimentos y vinos de lo mejor, que parecían querer quebrarse por su peso. En la parte de atrás, había un enorme patio con establos, caballos y ganado, y con los mejores coches. Había también un grande y precioso jardín, con las flores más hermosas y árboles con las más exquisitas frutas. Además un parque como de un kilómetro de largo en el que se veían cabras, venados, liebres y todo tipo de fauna no salvaje.
-"Ves"- dijo la esposa, -"¿no es todo eso hermoso?"-
-"Sí, por supuesto."- contestó el pescador, -"que sea así, y vivamos ya felices con este bello castillo."-
-"Ya lo consideraremos."- respondió ella, -"y durmamos con él."-
Cenaron y fueron a dormir.
A la mañana siguiente la esposa despertó de primero, y observando la salida del sol, vio el bello territorio que yacía frente sus ojos. Su esposo apenas se estaba estirando, cuando ella lo tocó con su codo y le dijo:
-"Hey, esposo, levántate y asómate por la ventana. Mira, ¿Qué te parece que seamos los reyes de todos esos territorios?, ve donde el Gran Pez Azul y pídele que seamos los reyes."-
-"Ay, señora"- dijo el hombre, -"¿Por qué debemos ser reyes? Yo no quiero ser rey."-
-"Bueno"- dijo ella, -"si no quieres ser rey, yo sí quiero ser reina. Vé donde el Gran Pez Azul, y dile que quiero ser reina."-
-"Pero mujer"- dijo él, -"¿por qué quieres ser reina? No me gustará pedirle eso."-
-"¿Por qué no?"- dijo la mujer. -"ve inmediatamente donde él, ¡debo ser la reina!"-
Entonces el hombre partió, y se sentía muy infeliz de que su esposa quisiera ser reina. 
-"No es correcto, no es correcto."- pensaba y pensaba él. 
No quería ir, pero siempre fue. Y cuando llegó al mar, estaban las aguas de un color  gris muy oscuro, muy crecidas y con un olor putrefacto. Entonces se paró allí y dijo:
 -"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-
-"Bien, ¿qué es lo que desea ahora?"- preguntó el Gran Pez Azul.
                   
-"Caray"- dijo el hombre, -"desea ser reina."-
-"Vuelve con ella, ya es reina."-
Así que el pescador regresó, y al llegar al palacio, éste era mucho más grande, con su gran torre y magníficos adornos, con un centinela cuidando la puerta, y un gran número de soldados tocando tambores y trompetas. Y cuando entró al interior, vio que todo era de mármol y oro puro, con cobertores de terciopelo y grandes cofres de joyas.
Entonces se abrieron las puertas del salón, y allí estaba toda la corte en su total esplendor, y su esposa sentada sobre un gran trono de oro y diamantes, con una gran corona de oro en su cabeza, y con un cetro de oro puro en sus manos, y a ambos lados de ella sus criadas en espera de órdenes formando una fila, de modo que a cada una le seguía otra de una cabeza más baja que la anterior.
Entonces él fue y se paró junto a ella y le dijo:
-"Oh, esposa, ahora eres reina."-
-"Sí"- dijo la mujer, -"ahora soy reina."-
Y él se quedó mirándola. Después de mirarla por un rato, le dijo:
-"Ahora que eres reina, no tienes nada más que desear."-
-"Nopis, querido esposo."- dijo ella, con cierta ansiedad -"encuentro que el tiempo pasa rápidamente, y no puedo dejarlo ir. Ve donde el Gran Pez Azul, pues ahora soy reina, pero debo ser emperadora también."-
-"Caray, esposa, ¿por qué quieres ser emperadora?"- preguntó él.
-"Esposo""- le dijo, -"Ve donde el Gran Pez Azul. Yo seré emperadora."-
-"Caray, esposa"- dijo el hombre, -"él no te podrá hacer emperadora. No le pediré eso al Gran Pez Azul. Sólo hay un emperador en estas tierras. ¡El Gran Pez Azul no te puede hacer emperadora! ¡Te aseguro que no puede!"-
-"¿Cómo?"- dijo la mujer, -"Yo soy la reina, y tú no eres nada más que mi esposo. ¡Irás ahora mismo! Si él pudo hacerme reina, podrá hacerme emperadora. Y lo seré. ¡Vete ya!"-
Así que se vio forzado a ir. Cuando iba de camino, sin embargo, su espíritu sufría, y pensaba:
-"Esto no terminará bien, nada bien. Emperadora es mucha sinvergüenzada. El Gran Pez Azul terminará hastiado."-
  Pensando en eso llegó al mar, y el mar estaba bien negro y espeso, y hervía a borbollones, y burbujas salían desde el fondo, y un fuerte viento las levantaba, y el hombre estaba muy asustado. Pero se acercó y parándose dijo:
 -"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-
-"Bien, ¿que desea ahora tu señora?"- preguntó el Gran Pez Azul.
-"Caray, Gran Pez Azul"- le dijo, -"mi esposa desea ser emperadora."-
-"Pues ve con ella, ya es emperadora."-
Entonces el hombre se fue, y cuando llegó, todo el palacio estaba hecho de mármol pulido, con imágenes de alabastro y decoraciones de oro, y había soldados marchando frente a la puerta sonando trompetas, tocando platillos y tambores, y adentro, barones, duques y cortesanos trabajaban como sirvientes. Entonces le abrieron las puertas de oro a él. Y cuando entró, estaba su esposa sentada en un trono hecho de una sola pieza de oro, de muchos metros de alto, y portaba una gran corona de oro, también altísima, decorada con diamantes y esmeraldas, y tenía en una mano el cetro, y en la otra el sello imperial, y a ambos lados de ella estaban dos filas de sus guardas personales, ordenados por altura, desde el más alto, hasta el más pequeño. Y delante de ella estaban de pie una cantidad de duques y princesas.
Entonces el pescador avanzó entre ellos, y dijo:
-"Esposa, ¿eres emperadora ahora?"-
-"Sí, ahora soy emperadora."-
Él se quedó mirándola muy bien por un rato, y luego dijo:
-"Oh esposa, estarás contenta ahora que eres emperadora."-
-"Esposo"- dijo ella, -"¿que te quedas haciendo ahí parado? Ahora soy emperadora, pero quiero también ser Super Emperadora. Ve pronto donde el Gran Pez Azul."-
-"Pero esposa"- dijo el hombre, -"¿qué más no desearás? No puedes ser Super Emperadora. Es demasiado para tí. El Gran Pez Azul no te puede hacer Super Emperadora."-
-"Esposo, he de ser Super Emperadora. Ve inmediatamente. Debo ser Super Emperadora hoy mismo."-
-"No, esposa"- dijo el hombre, -"no me gusta pedirle eso, que no lo hará, eso es demasiado. El Gran Pez Azul no te puede hacer Super Emperadora."-
-"Esposo"- dijo ella, -"seré Super Emperadora. Ve inmediatamente. Debo ser Super Emperadora este mismo día."-
-"Oh, no, mujer"- replicó él, -"no me gusta pedirle eso, no puede ser, el Gran Pez Azul no te puede hacer Super Emperadora."-
-"Esposo"- dijo ella, -"¡qué sin sentido! Si pudo hacerme emperadora, podrá hacerme Super Emperadora. Ve directamente donde él. Yo soy emperadora, y tú no eres más que mi esposo. ¿Ya te vas?"-
Entonces él se atemorizó y se fue. Pero se sentía muy débil y conmocionado, y sus piernas y rodilla le temblaban mucho. Y un gran viento sopló sobre la tierra, y la nubes se acumulaban, y con el atardecer todo oscurecía, las hojas caían de los árboles, y las aguas del mar hacían efervescencia como si hirvieran, y golpeaban sobre la arena de la playa. Y en la distancia se veían barcos disparando cañones, balanceándose sobre las olas. Y todavía a mitad del cielo había una pizca de azul, aunque todo el resto era rojo como en una fuerte tormenta. Así, con tanta disparidad, él fue, se paró frente al mar y dijo:
 -"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-
-"Bien, ¿que quiere ahora?"- preguntó el Gran Pez Azul.
-"Caray"- dijo el pescador, -"quiere ser Super Emperadora."-
-"Pues ve donde ella, ya es Super Emperadora."-
Y se fue donde ella. Cuando llegó, vio lo que parecía ser una gran super palacio, rodeado de palacios menores. Y avanzó entre la muchedumbre. Adentro todo estaba iluminado con miles y miles de candelas, y su esposa estaba vestida en oro, y sentada en un trono aún más grande, con tres grandes coronas de oro, y a todo su alrededor había mucho esplendor real, y a ambos lados de ella una fila de candelas, siendo la más alta de ellas tanto como la torre más elevada, hasta llegar a la más pequeñita de todas. Y todos los emperadores y reyes estaban de rodillas ante ella, besando su pie.
-"Esposa"- dijo el hombre, -"¿Eres Super Emperadora ahora?"-
 -"Sí"- dijo ella, -"ahora soy Super Emperadora." 
Y él se quedó mirándola, y era como si estuviera mirando al brillante sol. Después de mirarla por un rato, le dijo:
-"Oh, esposa, si ya eres Super Emperadora, ya quédate ahí."-
Pero ella permanecía inmutable como un poste, y parecía no mostrar ningún signo de vida. Entonces él le dijo:
-"Esposa, ahora que eres Super Emperadora, quédate satisfecha. Ya no hay nada más grande a qué aspirar."-
-"Ya lo veré."- respondió ella.
Y fueron a dormir. Pero ella no se sentía satisfecha, y la inquietud no la dejaba dormir, pues continuamente estaba pensando en que paso podría dar adelante.
El pescador dormía bien y tranquilamente, pues había tenido un día de arduo trabajo. Pero la mujer, del todo no pudo dormir, y se movía de un lado para otro durante toda la noche,  pensando siempre en que le faltaría llegar a ser, pero incapaz de obtener una respuesta de su mente.
Cuando empezó el día, y la mujer vio el resplandor del amanecer a través de la ventana, y el sol subiendo sobre las montañas, pensó:
-"¿No podría yo, ordenarle al sol y a la luna cuándo levantarse?"-
-"Esposo"- dijo ella, golpeándole las costillas con sus codos -" ¡despierta!, ve al Gran Pez Azul, y dile que deseo ser igual a como es Dios."-
Aunque el hombre estaba aún medio dormido, se horrorizó tanto que hasta se cayó de la cama. Creyendo que había oído mal, se frotó los ojos y dijo:
-"¿Que qué?, ¿qué es lo que estás diciendo?"-
-"Esposo"- dijo ella, -"si yo no puedo ordernarles al sol y la luna cuando salir, y ver al sol y la luna levantarse cuando yo lo deseo, no lo podría soportar. No sabré lo que es tener una nueva hora feliz, a menos que pueda controlarles su salida. "-
Entonces lo volvió a ver con una mirada tan terrible que al pobre pescador un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y le agregó:
-"¡Anda de una vez!"-
-"Caray, esposa"- replicó él, lanzándose de rodillas a sus pies -"el Gran Pez Azul no puede hacer eso. Él te hizo emperadora y super emperadora, quédate con lo que tienes como una super emperadora."-
Entonces ella se encolerizó, y su cabello se levantaba y se movía salvajemente, y gritaba:
-"¡No permitiré esto, ya no soporto más!, ¿vas a ir?"-
Entonces él se puso su ropa y corrió como un desesperado. Pero afuera había una gran tormenta, y el viento soplaba tan fuerte que difícilmente podía mantenerse de pie. Los árboles se doblaban y pegaban contra las casas, las montañas temblaban, las rocas rodaban hacia el mar, el cielo estaba resquebrajado y negro, y había truenos y relámpagos, y el mar se movía con inmensas olas tan altas como las torres de los castillos, y llevaban grandes espumas blancas sobre sus cúspides.
Entonces él gritó:
 -"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-
-"Bien, y ¿qué es lo quiere ella?"- preguntó el Gran Pez Azul.
-"Caray"- dijo él, -"ahora desea ser igual a Dios"-
-"Pues ve con ella, la encontrarás en el antiguo miserable tugurio de nuevo."-
Y que se sepa, allí continuaron viviendo hasta estos días.
Enseñanza:
La ambición sin medida ni respeto, sólo conduce a la desgracia.

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