miércoles, 4 de mayo de 2011

LOS MUÑINGUITOS

Del vientre fértil de Lirio Rosales, fecundado por el abundante semen de Jacinto Flores, brotaban a montones niños sonrosados. Pero, cosa curiosa, apenas recién nacidos, en vez de continuar el proceso normal de crecimiento, empezaban a perder peso, se deformaban y acababan transformados en seres increíbles.
Tal vez por no tener nada que hacer, el más destacado vagabundo del pueblo se dedicó a observarlos con cierta curiosidad científica. A buen temprano, hiciera sol, lloviera o bajo una rayería o ventolera, Chus Alvarado salía de su casucha acompañado de Canelo, perro flaco y de muchas pulgas. Cruzaba la quebradilla por el umbroso paraje en que se habían enraizado una docena de gigantescos espaveles; pasaba entre un par de barrigonas ceibas, luego continuaba derecho hasta llegar a un ojoche y, finalmente, bordeando una pequeña ciénaga que se convertía en un maniadero en el invierno, buscaba acomodo entre un promontorio de rocas que había resquebrajado un añoso cenízaro.
Había muñinguitos de todas formas, colores y tamaños. Algunos de ellos formaban esa babilla verdosa alrededor de la laguneta en el invierno; otros, con el calor del sol se convertían en excrecencias sólidas que eran el origen de rocas negras y piedras blancas. Pudo comprobar también que, esos bichejos negros, los que al caer la noche iniciaban un aleteo frenético, salían del rancho al atardecer.... no eran más que muñinguitos transformados. Por recuento del número de salidas diarias de los muñinguitos y mediante observación del tipo de actividades, confirmó que eran los causantes de las enfermedades que periódicamente atacaban al ganado. Chus afirmaba que la plaga de langostas provenía también del rancho de los muñinguitos, sobre todo aquellos que huían al ruido de las latas, ya que igualmente había que gritarles para espantarlos, cuando al pasar por la callecilla cerca de la quebrada, ellos lograban verlo a uno con sus ojos saltones, y a emitir extraños ruidos con su boca desdentada., y a colgarse de las personas con sus manos frías y viscosas, y a pedir pan y pedir ropa y a gemir; a llorar sin saber uno por qué, y a contornear sus cuerpos esqueléticos desnudos. Sólo a gritos, lanzándoles piedras y a pasa rápido, podía uno ponerse a salvo.
Las observaciones progresaban, pero curiosamente, permanecía elusiva la forma en que ocurría la transformación, ya que no se pudo descifrar el misterio, al conocerse sólo los dos extremos del fenómeno: por un lado, desmedrados y deformes, los munñinguitos; por otro, los murciélagos, las pestes, las langostas y el mal olor de la ciénaga. Tan sólo faltaba atar cabos y descubrir los procesos intermedios de transformación, que por cierto quedaron inconclusos.
Cuando de Chus Alvarado sólo apareció el esqueleto, mondo y lirondo y del perrillo, la calavera - a juicio de la gente --, fue una comprobación post morten de sus observaciones: había muñinguitos pirañitos, y lo peor de todo es que nadie le había dado mucho crédito hasta aquel momento. La gente empezó entonces a sopesar las locuras de Chus y a pensar que, en efecto, esos bichos feos podrían ser los causantes de las gusaneras del ganado, de la sequía y de las malas cosechas, del mal de ojo y del pujo de las gallinas. Y como prueba de que esos muñinguitos eran cosa mala, hasta resultaron resistentes al fuego, pues quemado el rancho con el matrimonio y toda la prole adentro, persistieron las enfermedades y las plagas, y el sol quemantte del verano y las inundaciones del invierno y la babilla verdusca de la ciénaga.
---- FIN ----

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